domingo, 31 de marzo de 2013

VALGO MAS MUERTO QUE VIVO

O gano más muerto que vivo, que ya dijo el sabio que no se puede confundir valor y precio.

Llevo tres meses dándole vueltas y las cuentas me salen: lo mejor, para mi hija y mi mujer, es que esté muerto.

Gracias al seguro de vida que el banco me obligó a suscribir para darme la hipoteca, a mi muerte la hipoteca quedará saldada y se ahorrarán 550 euros mensuales, casi un tercio de mi sueldo.

Como soy, o como fui, funcionario docente, mi mujer cobraría la pensión de viudedad que este año sería 12.883,39€ , el 50% del haber regulador, y mi hija, la pensión de orfandad, que es el 25% del mismo haber, 6.441,69.

Sin cotizaciones sociales y pagando alrededor de un 12% de IRPF, les podría quedar 1.400 mensuales que, sin hipoteca, ya es más que mi sueldo de maestro con 9 trienios, que encima es para tres.

¿No es una situación kafkiana que para cuidar mejor a mi familia tenga que fallecer?




viernes, 22 de marzo de 2013

OPOSICIONES, INFORMES Y CULTURA GENERAL


Me publican en Nueva Tribuna:

ORGULLOSO DE SER PROFE

http://www.nuevatribuna.es/opinion/juan-carlos-jimenez/orgulloso-de-ser-profe/20130321131007090007.html

Hace una semana fue motivo de escándalo para unos y de bochorno para otros un informe filtrado por la administración madrileña sobre los resultados de unas oposiciones a maestros. El titular más repetido: “El 86% de opositores a maestro de primaria suspende tests de nivel de niño de 12 años” lo dice todo.


Sin haber leído la noticia todavía, escuché ya dos tipos de reacciones. Desde algunos padres que se acercaban a preguntarme si podía ser eso verdad, hasta algunos colegas indignados que hablaban de nueva agresión, con datos manipulados, etc.
Empecemos por aquí. ¿Qué sentido tiene filtrar ahora el informe de unas oposiciones celebradas hace más de un año? En el mejor de los casos puede pensarse que la Administración pretendía descalificar a quienes defienden que se valore la experiencia docente en el acceso a la función pública docente. Intención fallida pues para eso habría que demostrar que los resultados de los interinos en esta prueba fueron notablemente peores que los del resto de candidatos. Y yo pienso que habrá ocurrido justamente lo contrario: el profesorado interino está mucho más familiarizado con esas preguntas, por tener que explicarlas y corregirlas diariamente, que el resto de los candidatos que no han vuelto a ver un problema de fracciones o decimales desde que dejaron la EGB.
Por eso, si yo hubiese estado en la mesa sectorial de enseñanza habría hecho tres cosas. Primero, pedir los resultados desagregados por franjas de edades y por situación laboral para poder averiguar si los resultados son mejores o peores entre los interinos, quienes han trabajado en la privada, quienes están parados y llevan años preparando oposiciones o quienes acaban de terminar la carrera. Segundo, habría solicitado el cese inmediato de quienes han participado en la elaboración y revisión del informe, pues ellos sí que han cometido errores que no se pueden justificar por las prisas o nervios de una oposición: 0.075 x 2 no es 0,0150 sino 0,15. Por último, habría presentado una prueba similar al equipo negociador de la consejería para ver si se atrevían a resolverla y demostraban que tenían mejor nivel que un alumno de 12 años.
Ocurre, sin embargo, que, por torpeza o por deliberada mala intención, y todo se puede esperar de una vengativa fundamentalista, el titular ya ha hecho daño a todo el colectivo docente público y alimentado la desconfianza de padres y madres en la capacitación del profesorado de sus hijos e hijas. Así que ya estoy echando de menos un rotundo comunicado del sindicalismo confederal, mayoritario en la enseñanza madrileña, que tranquilice a padres y madres, afirmando que son los primeros interesados en que a la enseñanza pública vayan los mejores profesionales, pues son los que educan a los hijos de los trabajadores; que nunca han defendido, ni defenderán, que un candidato que no tenga los conocimientos mínimos apruebe; y que quienes imparten clase en la enseñanza pública madrileña, a diferencia de la privada, o bien han aprobado los exámenes requeridos por los administradores del PP o bien, aun sin aprobar por falta de plazas, han sido los mejores candidatos en esas pruebas. Estoy echando de menos un comunicado exigiendo que si se quiere que en la enseñanza, por su especial responsabilidad, entren los mejores candidatos, como ocurre, por ejemplo, en Finlandia, han de ofrecerse salarios adecuados que la hagan atractiva. Y ha de incentivarse el buen desarrollo profesional, el trabajo en equipo y la innovación, en lugar de descalificar la profesión cada vez que los avatares políticos lo requieren.
Por último, he de decir que los datos del informe me parecen preocupantes. No creo que sea bueno esconder la cabeza bajo el ala, buscando excusas corporativas. He oído que algunos, los más cavernícolas, todavía se lo achacan a la LOGSE, mientras que otros, más inteligentes, ven las causas en el deficiente plan de estudios de magisterio que han ignorado los contenidos en beneficio de las técnicas didácticas, pedagógicas y sicológicas. Como yo estoy convencido de que se verían datos similares si las pruebas se pasarán a cualquier otra profesión, exceptuando a quienes están haciendo los deberes con sus hijos, creo que lo que debemos cuestionar son las maneras y métodos educativos que apenas ha cambiado en los últimos cien años.
Programas escolares aburridos y sin interés para los chavales; protagonismo casi absoluto de los libros de texto; clases “magistrales” y actividades educativas basadas en las órdenes, el control y la repetición reinan en los centros escolares desde siempre. Ya va siendo hora de que lo cuestionemos tajantemente.
¿Se puede seguir enseñando como hace cien años en un mundo, en el que como dice Will Richardson, la enseñanza y la información están por todas partes?
Dejémonos de evaluaciones externas “trasnochadas y estandarizadas” y atrevámonos a pensar otra educación y otra manera de medirla.